...tú no eres blanco, ¿de dónde eres?".
Con estas palabras me recibió hace unos meses un joven negro al que entrevisté en Los Ángeles para un artículo que escribí sobre los Blaxicans, nombre con el que se conoce en California a los hijos de madre mexicana y padre afroestadounidense o viceversa.
Después de vivir durante más de seis años en EE.UU., la pregunta no me sorprendió, ya que no era la primera vez que me tocaba responderla.
Nací y crecí en Barcelona, en el noreste de España, y aunque nunca le había dado muchas vueltas a este asunto, siempre pensé que yo era blanco. De rasgos mediterráneos, pero blanco. ¿De qué otra manera podía definirme?
El gobierno estadounidense incluye en el grupo de los hispanos o latinos a todos aquellos ciudadanos provenientes de los países hispanohablantes.
En 2009 me mudé a vivir a Miami, en el sur de Florida, y en seguida fui consciente de las fuertes divisiones raciales que siguen existiendo en este país y del hecho de que, aquí, la definición de lo que es ser blanco es mucho más restringida que en otros lugares.
Así, por ser español pasé a formar parte del grupo de los hispanos o latinos, en el que a partir de los años 70 el gobierno estadounidense incluyó a todos aquellos ciudadanos provenientes de los países hispanohablantes.
Sin entrar a debatir sobre su rigurosidad, existe acuerdo en que el concepto de latino hace referencia a una lengua y una cultura comunes.
Pese a ello, muchos en EE.UU. creen erróneamente que se trata también de una categoría racial, algo que se me hizo evidente cuando, a mediados de 2013, me mudé a California para trabajar como corresponsal de BBC Mundo.
En conversaciones informales con mis nuevos compañeros de oficina -la mayoría de los cuales son británicos, australianos y estadounidenses de origen anglosajón- me di cuenta de que hacían una distinción entre ellos, los blancos, y nosotros, los latinos o "browns" (marrones).
"Brown" es la palabra que se utiliza en EE.UU. para describir la raza de todo aquél que no es ni blanco ni negro.
También viví situaciones similares con algunos entrevistados y con amigos estadounidenses, que hablaban de la "gente blanca" (white people) como de un grupo al que yo no pertenecía.
La semana pasada volví a reflexionar sobre este asunto al leer el titular que, con algunas variaciones, publicaron la mayor parte de medios en inglés en EE.UU.: "Los hispanos ya superan en número a los blancos en California".
Me vino a la cabeza una pregunta que me he hecho en multitud de ocasiones en los últimos años: ¿por qué en este país cuesta tanto entender que los hispanos somos una comunidad multiracial y que también hay hispanos blancos, igual que los hay negros o asiáticos?
La realidad es que muchos estadounidenses de origen anglosajón y tradición protestante, no consideran blanco a nadie que provenga de América Latina el sur de españa, a no ser que sea rubio y de ojos claros, aunque a veces ni con esas.
¿Hispano quizás?
Para cerciorarme una vez más de que lo que les estoy contando es así, el día antes de ponerme a escribir este artículo, hice un experimento con un compañero inglés de la BBC que lleva más de 20 años viviendo en California.
"¿Si tuvieras que rellenar el formulario del censo por mí, en que categoría racial me incluirías?", le pregunté.
Se quedó pensativo y me dijo: "Bueno, no eres blanco ni negro… ¿hispano quizás?".
Le recordé entonces que "hispano" no es una raza sino una categoría étnica y algo desconcertado me respondió: "Tienes razón, así que no sé".
Una contestación similar me dio otra colega de la oficina nacida en EE.UU. en el seno de una familia de origen mexicano y que, tras quedarse mirándome un buen rato tratando de encontrar la respuesta en mis rasgos faciales, también escogió "hispano" como mi raza.
La pregunta que les hice a mi compañeros no la elegí al azar, ya que precisamente la primera vez en mi vida que tuve que especificar en un documento oficial la raza a la que pertenezco fue cuando me mudé a vivir a EE.UU., y participé en el censo de población de 2010